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Time’s Up: La nueva era del cine.

Un remake de La Bella y la Bestia reinsertado en un contexto político que resulta aún más llamativo que el enamoramiento de una joven con una suerte de ‘pescado’. Las pujas desde el gobierno norteamericano a los medios de comunicación en un intento por acallar la libertad de expresión. La historia de amor de dos muchachos en un pueblo perdido de Italia. El último año de secundaria de una muchacha excéntrica o la relación turbulenta que existe entre madres e hijas. Una madre que pide a gritos justicia por el femicidio de su hija mayor.

Como una suerte de aguja hipodérmica, los nominados a Mejor Película de este año son largometrajes que se inyectan de lleno no solo en temáticas que resultan un llamado de atención a las lamentables decisiones políticas tomadas por el presidente de los Estados Unidos, sino que, al mismo tiempo, tocan temáticas universales y cuestiones plenamente humanas: El amor. El sufrimiento. La desolación. La justicia. O mejor dicho, la falta de ella. Estamos en un momento histórico dentro de la industria cinematográfica en donde, dentro de una misma categoría, podemos advertir una historia de amor homosexual, un caso de violación y asesinato en donde los culpables caminan libres, una historia de ficción que de ficción tiene muy poco, y un recordatorio de lo importante que es para los pueblos la libertad de expresión, y en consecuencia, una denuncia directa a la censura previa. Y esta lista ni siquiera abarca todos los largometrajes que competirán por la estatuilla el próximo cuatro de marzo.

Todo esto nos permite advertir que la industria del cine está transcurriendo, lentamente, por un cambio de paradigma. Y aunque se podrían escribir párrafos enteros acerca del tono político y acusador que varios directores han decidido adoptar, como una suerte de dedo señalador al presidente Trump, lo más llamativo de estas modificaciones, es el nuevo lugar que ha adquirido la mujer. Poco a poco podemos advertir como las oportunidades se abren y de pronto nos encontramos con mujeres siendo nominadas para categorías en las que jamás las habíamos visto. En efecto, lo llamativo no es solo el hecho de que sean reconocidas, sino que mirando hacia atrás unos cinco, tal vez siete años, el hecho de que los nominados fuesen tan solo hombres no hubiese escandalizado más que a unos pocos individuos. Y es que, queramos o no, vivimos durante mucho tiempo disfrutando de una industria en la que las pocas mujeres reconocidas eran aquellas que actuaban películas protagonizadas ni más ni menos que por hombres. Producidas por hombres. Dirigidas por hombres.

Y el problema no solo es ese, sino que además estos hombres pudieron durante muchos, muchos años hacer un abuso repulsivo de su poder. Y sí, estamos hablando de Harvey Weinstein, pero no solo de él. Woody Allen. Kevin Spacey. Brett Ratner. Louis C.K. Ed Wedstick. James Toback. Bill Cosby, y la lista continua. Figuras proléficas dentro de la industria del entretenimiento que durante años abusaron de sus compañeras de trabajo, silenciándolas y amenzándolas con acabar con sus carreras en el caso de que alguna de ellas decidiera hablar. Año tras año y ceremonia tras ceremonia estos hombres fueron reconocidos, aclamados por la crítica, premiados en incontables ocasiones. Los aplaudimos, los veneramos, pagamos para ver sus películas, sin saber que detrás de las pantallas se escondían centenares de mujeres cuyas vidas jamás serían las mismas después de haber sido violentadas y acalladas.

Esto se acabó. Y tanto como si uno se encuentra a favor o en contra de movimientos como #TimesUp o #MeToo, tanto como si el público encuentre admirable o aburrido ver a todas las mujeres de la industria yendo a los Globos de Oro vestidas de negro en señal de reclamo y protesta, la realidad innegable es que sin lugar a dudas algo ha cambiado. Las fichas se han movido, el tablero de juego ha cambiado, y hoy la mujer ya no tiene miedo. Hoy, The Weinstein Company se encuentra a pocos pasos de declararse en bancarrota. Hoy, Greta Gerwig se encuentra entre los nominados a Mejor Dirección y Mejor Guión Original. Hoy, Rachel Morrison hace historia al convertirse en la primera mujer nominada en los premios de la Academia a Mejor Fotografía.

Comprender el salto que poco a poco se está produciendo en la sociedad, pero particularmente en esta industria, es tan sencillo como recordar que no hace más de un año Casey Affleck se llevó el premio a Mejor Actor, pese a tener más de dos denuncias por abuso. Tan solo trescientos sesenta y cinco días después, esto resulta inimaginable. En la industria del entretenimiento que hoy nos compete, Kevin Spacey es despedido por las denuncias hechas a su nombre y consecuentemente reemplazado por Christopher Plummer en All The Money In The World, quien a su vez se encuentra nominado como Mejor Actor de Reparto por su interpretación en dicho filme.

¿Qué significa esto? Que estamos cambiando. Que ahora la voz es de la mujer, y el hombre es quien debe callarse, escuchar y pagar por los crímenes que durante tantos años tuvo el espacio de cometer sin que nadie dijese nada.

Esta es la era en la que Oprah Winfrey se convierte en la primera mujer afroamericana en recibir el Cecil B. de Mille, más conocido como Premio a la Trayectoria, y le anuncia al mundo que el tiempo finalmente ha llegado. Y mientras las cámaras enfocan los rostros de diferentes actrices con los ojos llorosos de emoción, todas aquellas que miramos a una de las mujeres más importantes en la historia no solo del cine sino del espectáculo en sí proclamar que nuestro amanecer por fin ha llegado, algo dentro nuestro siente que sí. Que la lucha hay que llevarla en las calles, en los espacios de trabajo, en nuestras casas. Y en el cine, también. Para que llegue el día, citando a la mismísima Oprah, en la que ninguna mujer tenga que decir a mí también me pasó.

El cine está cambiando. Tanto dentro como fuera de la pantalla. Porque Katharine Graham fue una mujer en la vida real, y no solo en la interpretación impoluta que nos regala Meryl Streep. Porque por fin tenemos una historia de la vida cotidiana protagonizada por una joven mujer como Lady Bird. Un poco estrafalaria, histriónica en cantidades industriales, atolondrada e impulsiva. Pero fuerte, y dispuesta a cumplir sus sueños incluso cuando sabe que le quedan un poco grandes. Porque alrededor del mundo existen muchas Mildred Hayes, que día a día se levantan sabiendo que las vidas de sus hijas les han sido arrebatadas y nadie ha sido castigado por ello. Porque Frances McDormand es una gran mujer y una gran actriz, que nos recuerda lo que es ser una madre y sufrir como una madre.

Pero más importante, porque no son solo ellas. Porque somos todas nosotras. Estudiantes, trabajadoras, mujeres que nos levantamos día a día y no tenemos ni el reconocimiento ni el apoyo que tienen estas mujeres. Porque muchas veces hablar no es posible, porque hay hijos que mantener y cuentas que pagar. Pero que aun así, peleamos. Y cómo lo hacemos. Porque incluso aunque las batallas son muchas y el camino es cuesta arriba, cada día demostramos lo que significa el hecho de que la mujer ya no tiene miedo.

Lo más importante, no es que el cine esté cambiando. Es que nosotras, las mujeres, estamos haciendo cambiar a la sociedad entera.


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