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Camino a los Oscars: Three Billboards Outside Ebbing, Missouri


En un año donde es posible destacar la gran cantidad de películas cuyas protagonistas son personajes femeninos fuertes y memorables, sin lugar a dudas Three Billboards Outside Ebbing, Missouri encabeza el listado. La nueva película del director británico Martin McDonagh, quien es a su vez el escritor y productor ejecutivo del largometraje, nos brinda una interpretación de Frances McDormand que es sencillamente insuperable, y tan solo podría comparársela en niveles de grandeza con el rol que ella misma interpretó en Fargo (1996). En efecto, estamos hablando de una actriz cuyo último trabajo para la pantalla grande es tan acertado, que solo puede ser superada por una versión pasada más nunca olvidable de sí misma.

En Three Billboards, McDormand encarna a Mildred Hayes, una mujer oscilando los cincuenta años que lidia con el fallecimiento de su hija, Angela. La crudeza y el dramatismo del guión afloran desde el inicio del largometraje, en donde se revela que la muerte de Angela no fue accidental, ni producto de la naturaleza misma. No. Angela fue víctima, ni más ni menos, que de un femicidio. Fue asesinada, violada mientras moría y posteriormente prendida fuego. Mildred Hayes es, por lo tanto, una mujer que lidia día a día con el asesinato de su hija mayor y la angustia e impotencia que desatan el desconocer quién fue el asesino de su hija, en conjunción con la incapacidad de poder castigarlo.

Posiblemente lo más destacable del guión escrito por McDonagh no es solo la construcción de un personaje extremadamente complejo como lo es Mildred Hayes, sino además la denuncia encubierta que se halla latente en el conflicto central de la película. Angela ha sido asesinada en un pueblo muy pequeño que roza lo fantasma, y como si esto fuera poco, el crimen se dio en las afueras del mismo. Cómo es de esperarse, y en parte debido al lugar en donde toman protagonismo los hechos, el caso no alcanzó dimensiones planetarias. No fue difundido por los medios masivos, ni siquiera por medios pequeños. Y el departamento policial de Ebbing a cargo del mismo, tras lo que se supone que fueron unos meses de investigación sin dar ninguna pista, terminó por dejar la carpeta del caso a un lado juntando polvo. El mensaje es claro: La muerte de Angela ha sido olvidada. Su captor está en libertad y nadie parece molestarse en querer hacer algo al respecto.

Posiblemente lo más terrible de esto sea que hoy por hoy, en la sociedad que nos compete, esta es una realidad cotidiana. Tanto fuera como dentro de nuestro país, la cantidad de Angelas que han sido violentamente asesinadas y luego olvidadas es directamente proporcional a la cantidad de femicidas que caminan libres por las calles, sin que nadie se ocupe de encontrarlos, listos para encontrar víctimas nuevas. El largometraje de McDonagh es muy claro al respecto y no da lugar a segundas interpretaciones. Nos está dando a entender como el pequeño pueblito de Ebbing ya no es un pequeño pueblo, sino que constituye nuestro propio día a día.

Sin embargo, volvemos a Ebbing, en donde reside Mildred. Una madre que estará de luto todos los días de su vida. Una madre que ha perdido a su hija de la forma más cruel y repugnante posible. Y una madre que despierta día a día sabiendo que el fallecimiento de su hija no ha sido vengado. Poco a poco toda su tristeza se transforma en una sed inagotable de no descansar hasta encontrar al asesino de su hija, hasta que esa sed se tiñe de frustración y llegamos al momento inicial del filme, en donde la ira de Mildred apunta directamente hacia el cuerpo policial de Ebbing, y específicamente hacia el jefe de policía Bill Willoughby, interpretado por Woody Harrelson, quien estaba a cargo del caso, y desde los ojos de Mildred, fue quien dejo olvidada la investigación. Para Mildred, la inactividad de Willoughby es casi tan terrible como el asesinato de su hija, porque uno deviene en otro, y viceversa. Y al ser Bill Willoughby la única persona de quien Mildred sí tiene la oportunidad de vengarse, lo hace.

¿Y cómo? Inculpándolo directamente al alquilar tres vallas publicitarias en una ruta ubicada en las afueras de Ebbing, y colocando en ellas anuncios cuestionándole cómo es posible que la policía local liderada por él mismo no haya hecho absolutamente nada. En los tres anuncios se condensan muchos de los conflictos internos de Mildred: La ira, la impotencia y la angustia. Y es a partir del momento en el que se cuelgan estos tres anuncios en las afueras de Ebbing, Missouri, cuando, como en una danza perfectamente cronometrada por el guión infalibre de McDonagh, comienzan a girar en torno a ellos las historias de vida de nuestros tres personajes principales.

Los mensajes en los anuncios alquilados por Mildred hacen que ella pierda el supuesto apoyo que el pequeño pueblo le daba, debido a que el Jefe Willoughby es un ciudadano muy querido por la comunidad, y debido también a qué se está muriendo de cáncer. Los habitantes de Ebbing, representados por un cura que visita a Mildred y le pide remover los carteles, consideran un acto insensible culpabilizar de semejante forma a un hombre moribundo y sumamente apreciado por el pueblo, lo cual no hace más que confirmar la premisa de que Angela, su muerte y su caso, han sido completamente olvidados.

McDonagh no duda al dejar muy en claro que parece ser más importante la decisión de Mildred de inculpar a Willoughby con los carteles, que el femicidio sufrido por su hija.

Entre los ciudadanos molestos por la consecuente acusación al jefe de policía encontramos a Jason Dixon, personaje encarnado por Sam Rockwell, un policía racista y violento que vive con su madre, otro personaje femenino con una potencia incomparable, y actúa como un niño pequeño e inmaduro. Dixon es, desde el primer momento, todo lo que no debería ser un policía.

Las vidas de esta tríada creada por McDonagh y sus consecuentes historias de vida son los hilos principales del cual el guionista y director tira para llevar adelante el largometraje. La innovación del británico radica precisamente en crear una obra en donde las tres líneas principales corren de forma paralela, al punto en el que uno no sabe quién es verdaderamente el protagonista, o cual es la historia que prima y a partir de la cual se desarrollan las demás. En Three Billboards cada historia sigue su propio camino, siendo el punto de conexión el lugar que todos ellos habitan: Ebbing. Cada personaje cuenta con una construcción y una complejidad narrativa que contribuye a hacer del largometraje un nuevo paradigma en la forma de contar historias. Martin McDonagh no creo un filme en donde un único hecho lleva a una única unión de puntos en donde coinciden los protagonistas, sino que traza un esquema a partir del cual cada personaje es en sí mismo un universo, lidiando con sus propios conflictos internos que devienen en conceptos casi tan antiguos como la humanidad misma. Al final del día todos ellos lidian con la muerte, el dolor, el perdón, la auto superación. El crecimiento.

La propuesta de McDonagh es sumamente ambiciosa, y funciona como lo hace debido a los actores conseguidos para hacerla cobrar vida en pantalla. Frances McDormand nos brinda el trabajo de su vida al interpretar a una mujer cuya fuerza parece embeberse de una fuente inagotable de resiliencia. Durante los ciento quince minutos de duración del largometraje vemos a Mildred aguantar el maltrato de su ex marido, la indiferencia de su hijo menor, la ausencia de su hija y el sentimiento de culpa que se apodera de ella. En la piel de Mildred, Frances no solo es el retrato de una madre que sufre, sino también la figura de una mujer que se mantiene de pie, incluso cuando ya no quiere estarlo, incluso cuando ya nadie parece apoyarla.

Del otro lado, Sam Rockwell interpretando a una de las figuras de la policía más cruentas de los últimos tiempos. Como Jason Dixon, Rockwell brinda una interpretación tan limpia, que buscarle errores sería en vano. Encarna la corrupción, la violencia y el racismo. Jason Dixon es el ‘actor de reparto’ fuerte en el filme, y el nivel de su ambición provoca que sea imposible dejar de verlo tomar control completo de la pantalla y llegar hasta las audiencias generando en el público una repulsión hipnotizante.

Tanto McDormand como Rockwell se disputan dos de las cuatro estatuillas más importantes en la noche del cuatro de marzo: Mejor Actriz y Mejor Actor de Reparto respectivamente. Y no es ninguna casualidad, sino el hecho de que el trabajo llevado acabo por ambos supone un nuevo paradigma en lo que significa la actuación en sí misma, un nuevo nivel en la escala. No hace falta ver Three Billboards más de una vez para saber que personajes como Mildred y Jason serán recordados de ahora en más como dos de las actuaciones más prestigiosas de los últimos tiempos.

Three Billboards Outside Ebbing Missouri toca temáticas sumamente sensibles y lo hace con un tono tan dramático como cómico. El largometraje se encuentra plagado de comentarios sardónicos pertenecientes al más clásico y puro humor negro, mezclado con una dosis justa de gore, por lo que las audiencias se sorprenderán a sí mismas riéndose en un gran número de momentos mientras que el trasfondo del filme sugiere situaciones cuyo nivel de drama es tal, que si no fuese por la comedia que se cuela en ellas, la tensión sería posiblemente inaguantable. Los balances entre la risa y el dramatismo son sumamente correctos, y las dosis se encuentran muy bien administradas.

Estamos frente a una película desde todo punto de vista importante. Tanto por su innovación narrativa como por la nueva dimensión que han alcanzado las interpretaciones de Rockwell y McDormand a nivel cinematográfico, este filme debe ser visto, y debe ser recordado, porque nos muestra lo que significa un femicidio y por qué no deben ser olvidados. Nos enseña el dolor y la impotencia de una madre cuya hija le ha sido arrebatada de un día para el otro y como ese dolor, que nunca cesa y nunca amaina, se vuelve más profundo al observar como el asesinato de su hija es enterrado en el olvido mismo de la sociedad. Vemos como la frustración arde en el interior de Mildred día tras día y cada vez más por el hecho de haber sido ella misma abandonada por los cuerpos policiales que llevaban adelante la búsqueda del asesino. Y lejos de detenerse allí, el filme alcanza nuevos niveles de ambición, al enseñarnos también la violencia y el nivel de racismo y crueldad del cuerpo policial. Es una denuncia disfrazada tan solo por el humor negro que tiñe el largometraje en su totalidad, más una denuncia en sí. Es un llamado de atención a que no olvidemos, no sepultemos, no cedamos.  Es la historia de un pueblo perdido en Missouri, y de cómo en ese pueblito se cultivan los conflictos que nos reflejan como la sociedad actual. Y justamente allí, radica el punto cúlmine de su importancia.


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