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Camino a los Oscars: Lady Bird

Lady Bird: El resplandor de la vida misma.

Hasta no hace mucho tiempo, Greta Gerwig era, al menos para la gran mayoría de las personas, tan solo la protagonista de Frances Ha, película dirigida por Noah Baumbach en el 2013 que alcanzó gran reconocimiento por ser considerada una película indie excepcional. Y es cierto, lo es. Pero no muchos saben que, además de ser la actriz principal del largometraje, Greta Gerwig fue también quien co-escribió el guión de Frances junto con Noah, su novio y compañero hace ya varios años.

No muchos saben que Greta Gerwig escribe hace ya mucho tiempo, siendo también co-escritora de películas como Greenberg (2010) o Mistress America (2015), y viene redactando el guión para Lady Bird, su debut como directora, hace varios años. Originalmente llamada ‘Mothers and Daughters’, el libro original de lo que luego se convertiría en Lady Bird contaba con más de trescientas páginas. Al analizar estos datos, no resulta casual que hoy, al fin, estemos frente a una ceremonia de premiación en la que no solo se encuentra nominada como Mejor Directora, sino también, como Mejor Guión Original. Y lo ha hecho todo ella sola.

Lady Bird no solo constituye una película excelente, con una línea narrativa tan sencilla como brillante, sino que además le demuestra al mundo que indudablemente el mundo es cada vez más un mundo de mujeres. Y es que para entender la importancia detrás de la nominación que ha conseguido Greta, es necesario señalar que en los últimos treinta y cuatro años, solo cinco mujeres han sido nominadas, y tan solo una ha ganado: Barbra Streisand en 1984. Y no, ni siquiera fue un premio a la Academia. Fue un Globo de Oro. Lady Bird, una historia sobre mujeres, contada por mujeres y protagonizada por mujeres, es la prueba en fílmico de que hoy por hoy, las posibilidades se están abriendo. Hoy estamos frente a una mujer que podría llevarse una de las estatuillas más importantes de los Oscars.

El largometraje relata la historia de Christine, una joven que se encuentra finalizando su último año de la escuela secundaria. Christine es una muchacha inquieta, soñadora y ambiciosa, cuyo mayor motor es la imaginación sin barreras que posee. Es precisamente esa misma imaginación aquella que la lleva a acuñarse el nombre de Lady Bird, que como ella bien dice, le fue dado a ella por ella. El personaje es tan fantástico, que incluso a su corta edad considera que no hay razón por la cual debería sentirse identificada con un nombre que ella no ha elegido, sino que lo han hecho sus padres mucho antes de que ella misma tuviese consciencia de lo importante que era el nombre propio en la vida de una persona. Podría decirse tan solo eso del filme y ya sería suficiente para comprender que la construcción narrativa erigida por Gerwig es sencillamente excepcional.

Lady Bird es una joven mujer a la que las puertas del mundo comienzan a abrírsele cada vez más. A lo largo del largometraje la vemos experimentar sucesos tan importantes en la vida de un ser humano como el primer amor, y consecuentemente, la primera vez que le rompen el corazón. Hacer tonteras con su mejor amiga, pelearse con ella y volverse a amigar. Conocer gente, entablar nuevas amistades para luego perderlas. Emborracharse, drogarse, salir de fiesta, quedarse en casa. Inventarse un personaje para aburrirse a los dos días y reinventarse. El nivel de excelencia en esta película es precisamente, que Christine es una persona común y corriente, a la que le ocurren cosas comunes y corrientes. La vida misma, en su totalidad cotidiana y sus rutinas agobiantes, es la línea escogida por Gerwig para lanzar su primer largometraje.

Crecer es doloroso. Tal como lo indica la palabra, la adolescencia deviene justamente en eso, en dolencias. El proceso de convertirse lentamente en un adulto joven está tan bien capturado que no puede ser menos que movilizador. Observar a Lady Bird comenzar una carrera en la vida misma, abriendo puerta tras puerta, es un disfrute fílmico como pocos ha habido este año. Es una experiencia personal, que extiende sus brazos a través de la pantalla y abraza a las audiencias, como obligándolas a recordar los momentos más preciados de sus vidas. Todos fuimos Lady Bird, algunos todavía lo somos. Y ya sea que el proceso de crecimiento esté en pleno auge o no sea más que la añoranza de días ya pasados, el largometraje hará que muchísimas mujeres se sientan plenamente identificadas, plenamente representadas. La emoción y el sentimiento brindados por Greta en la que se encuentra embebido el largometraje son admirables.

Posiblemente el punto neurálgico de la historia sea, por sobre todas las cosas, la relación entre Lady Bird y su madre, Marion McPherson, interpretada por Laurie Metcalf. En variadas entrevistas, Gerwig ha manifestado que uno de sus mayores intereses narrativos es, precisamente, el vínculo que existe naturalmente entre una madre y una hija, considerándolo uno de los más extraordinarios y conflictivos dentro de las relaciones humanas. En el largometraje, el interés manifestado por la directora se pone de manifiesto de manera constante, siendo la relación entre Marion y Lady Bird el conflicto central del filme. Tanto una como la otra buscan constantemente comprenderse mutuamente, intentar aceptarse con sus defectos y sus virtudes. Vemos como de un minuto a otro pasan de odiarse a amarse, siendo ambos sentimientos cien por ciento puros. Lady Bird es una historia de amor entre una madre y una hija, e incluso cuando también se trata del descubrimiento que hace Christine hacia el interior de sí misma como persona, el largometraje comienza y termina, con su madre.

Tanto en el papel de Lady Bird como en el de Marion, Saoirse Ronan y Laurie Metcalf dejan muy en claro que no podrían haber sido otras personas las encargadas de traer estos personajes a la pantalla. En la piel de Christine, Ronan se desenvuelve con la frescura, la inocencia y la ternura una joven en los últimos atisbos de la adolescencia a quien debe interpretar. Su interpretación de la heroína de este filme es llevada a cabo con la gracia y la delicadeza que solo Ronan sabe manejar. Metcalf, por su parte, es una madre perfecta, porque es una madre real. Es la dureza y el rigor detrás del cual se esconden una auténtica preocupación y un amor incondicional. La química que fluye entre ambas es tal que la conexión con la audiencia se da a partir de la más pura empatía, de ver cómo de un momento a otro pasan de discutir a estar de acuerdo de la misma manera en que nos ocurre a nosotras con nuestras madres.

Con el estreno de Lady Bird, muchos comentarios y opiniones parecen coincidir en el hecho de que la película, si bien es buena, resulta haber estado algo sobrevalorada y/o inflada. Que ‘no es la gran cosa’. De la misma forma podría uno preguntarse cómo es que en su momento Boyhood (2014) escrita y dirigida por Richard Linklater llegó a tener el reconocimiento y la cantidad de nominaciones que obtuvo en los Premios de la Academia allá por el 2015. Y la misma pregunta también podría aplicarse a por qué la serie australiana Please Like Me (2013-2016), escrita y protagonizada por el comediante Josh Thomas cuenta con alabanzas de la crítica y puntuaciones casi perfectas en diversas plataformas culturales y de Internet. Y es que Boyhood, Please Like Me y Lady Bird, si bien cuentan con líneas narrativas completamente diferentes, poseen algo en común que las vuelve extraordinarias: Cuentan historias de gente común a la que les pasan cosas comunes. Muestran en pantalla vidas que tranquilamente podrían ser las nuestras. Nos hacen entender que está bien sufrir por amor, tener que aprender del desapego al vivir experiencias tan duras como el perder gente que amamos, lidiar con la angustia, la muerte, el dolor. Los personajes en estas producciones se enfrentan a la vida misma, al difícil proceso que significa crecer. La diferencia sustancial es que, a diferencia de Boyhood o Please Like Me, en Lady Bird por fin vemos una historia acerca de una joven. Una mujer. Con sueños grandes, aspiraciones tal vez demasiado altas. Con un espíritu capaz de derribar montañas. Y la vemos vivir. A trompicones, como crecemos todos. La vemos lidiar con lo complicado que es tratar de definir quiénes somos, que venimos a hacer y por qué muchas veces las cosas no salen como queremos. Lady Bird es sencillamente extraordinaria, porque su brillantez está en lo ordinario. Y volver lo cotidiano una experiencia inolvidable, es una tarea que solamente podría haber realizado Greta Gerwig.

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