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Dosmildoce

"La Pregunta" de J Alvarez sonaba con todo en el cumpleaños de una de mis compañeras de ese quinto grado. Tan fuerte que lo escuchaba desde el baño mientras lloraba, con las medivachas rotas. Mamá había insistido en que me pusiera las medivachas porque hacía frío pero eran viejas y por lo tanto me quedaban chicas y se habían roto en la parte de los muslos. También insistía que no repitiera el plato de comida o en que usara la ropa que me disimulara la panza.

Y yo lloraba porque a mis compañeras no se les rompían las medivachas y podían repetir el plato de fideos con tuco sin culpa. Porque siempre seguirían flacas, sin que se les rozaran los muslos como a mí. Yo me sentaba y mis piernas ocupaban toda la silla, me sentaba y los rollos de la panza se me notaban. A veces aguantaba la respiración pero no duraba nada. ¿Qué edad había que tener para poder hacerse una liposucción?

Mi carita redonda estaba roja y mojada, y el pelo se me había inflado. No había forma de volver. Tenía hambre a pesar de que había comido antes de salir, y estaban repartiendo pizza. Y quería ir y comer pero me acordaba de mi mamá diciéndome que estaba gorda, mis amigas diciéndome que estaba gorda, y mis compañeros diciendo que era gorda como si no pudiera escucharlos. Me vi al espejo y sí, era gorda: gorda mi cara, mis brazos, mis piernas, y mi panza más que nada.

Quería poder arrancarme la piel y la grasa con mis propias manos. Volverme tan hermosa y liviana como mis compañeras. Quería poder usar bikini, llenarme sin terminar el plato, que los chicos me sacaran a bailar. Mirarme al espejo mientras me cambio, usar ropa ajustada, que me entre el talle s. Y que el lindo del grado que usaba esa chomba que le quedaba re linda y ese jean que también le quedaba re lindo y se ponía perfume Paco me sacara a bailar y me dijera de encontrarnos atrás del árbol del patio del colegio.

Cinco años después suena la misma canción en el boliche de mierda con los tragos caros rebajados con agua porque les pintó la onda del reggaetón viejo. A mí también me pinta lo melancólico, y mirando el rouge en la lata de cerveza sentada en el baño flasheo con esa noche de mi quinto grado.

Todavía estoy gorda, después de la anorexia y todo eh. A veces me tienta la posibilidad de arrancarme la grasa con las manos y me siguen reprochando cuando repito el plato de fideos con tuco. Y tengo ganas de cogerme al lindo de siempre con la chomba linda, pero más ganas me quedan de que me invite a chapar atrás del árbol del patio del colegio.

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